
Estudio Apocalipsis 1:4 – Indry Cortés de Alvarado
Estudio Apocalipsis 1:4 – Indry Cortés de Alvarado
Hoy continuamos nuestro recorrido por el primer capítulo del libro de Apocalipsis, adentrándonos en el versículo 4. Apocalipsis 1:4 dice así:
“4 Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono;”
Partamos observando que el autor se refiere a sí mismo sencillamente como Juan. No se presenta colocando algún título delante de su nombre y simplemente se identifica por su nombre. Esto nos hace suponer que Juan era muy conocido en estas siete iglesias, que tenía una estrecha relación con ellas y un conocimiento profundo de los asuntos que allí sucedían. Sabemos que Juan había sido pastor de la iglesia en Éfeso, y se estima que también supervisaba las iglesias en aquella zona.
Asia abarcaba mucho más de lo que conocemos actualmente como Asia Menor, donde se encuentra la actual Turquía. Podemos ver, además, que la autoridad con la cual él escribe indica su rol como líder en la iglesia.
Antes de seguir analizando este versículo, es importante comentar la mención del número 7 (“Juan a las siete iglesias que están en Asia”). En este versículo se mencionan las siete iglesias y los siete espíritus. El número siete tiene un significado en la Palabra de Dios, obvio y conocido por la gente en los días de Juan. Sin embargo, nosotros necesitamos entender un poquito más acerca de esto.
La humanidad desde siempre le ha dado cierta relevancia a los números, hasta llegar incluso a la superstición. Pero en la Palabra de Dios, el número 7 tiene una especial relevancia. No necesariamente significa perfección, sino más bien el estar completo o algo que está en su totalidad. A veces lo completo significa perfección, aunque no siempre es el caso. Pero cuando Dios utiliza el número 7, es que desea hablarnos de algo que es completo.
El número 7 es un número clave en el libro de Apocalipsis. También en el Antiguo Testamento era considerado como representativo de lo completo, está relacionado con los pactos de Dios y su trato con Israel. Otro ejemplo: El día de reposo, era observado el séptimo día.
Al recorrer las páginas de las Escrituras (la Biblia) podemos ver que Dios ordenó a su pueblo, el pueblo de Israel, caminar siete veces alrededor de Jericó para conquistarla. También la historia de Naamán, quien tuvo que sumergirse siete veces en el río Jordán para recibir sanidad para la grave lepra que él sufría. Los tiempos de José en Egipto con siete años de abundancia y siete años de hambre. El rey Nabucodonosor estuvo enajenado mentalmente por siete años.
En el Nuevo Testamento tenemos siete bienaventuranzas, la oración del Padre Nuestro contiene siete peticiones, Jesús relata siete parábolas en Mateo 13, y alimentó a la multitud con siete panes. El Señor Jesucristo habló siete veces desde la cruz, entre otros.
Así que al llegar al libro de Apocalipsis, el número 7 continúa destacándose, por lo tanto, no debe ser una mención que está allí por casualidad. Por lo tanto, es importante considerar que este número tiene un significado de algo que está completo.
Ahora, pasando a otro punto, Juan escribe a las siete iglesias que están en Asia. Nos podríamos preguntar: ¿no había otras iglesias en Asia? Sabemos que había iglesias en Colosas, en Mileto, en Hierápolis, en Troas y en muchos otros lugares. Cuando Juan mencionó el número 7, daba a entender que abarcaba la totalidad de la historia de la iglesia y que estas iglesias representaban las características de todas las congregaciones.
Así que aquí, “Asia” se refiere a la provincia romana de Asia, que abarcaba regiones como Lidia y partes de la costa occidental de lo que hoy es Turquía, no a todo el continente asiático. Es interesante notar que la expresión “Asia Menor” no se comenzó a utilizar sino hasta alrededor del siglo IV.
En el versículo once, Jesús mismo identificará estas siete iglesias por nombre: son las iglesias ubicadas en las ciudades de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Estas siete ciudades se encuentran precisamente en la región que hoy conocemos como Turquía.
Continuando, el saludo comienza con “Gracia y paz a vosotros”.
- La palabra gracia viene de la palabra griega charis (χάρις). La gracia significa el favor inmerecido de Dios y la fuerza que se precisa en la vida cristiana cada día.
- La paz, el habitual saludo shalom (שָׁלוֹם) que se utiliza en hebreo, significa la serenidad resultante que capacita al creyente a hacer frente a todas las circunstancias de la vida.
La gracia y la paz provienen de la Trinidad y son la fuente de todas las bendiciones nuestras. Los creyentes en Cristo Jesús, en el presente, podemos gozar de esa gracia y de esa paz.
Nosotros podemos darnos cuenta también que “gracia” viene de la palabra griega charis (χάρις) y “paz” de eirēnē (εἰρήνη). El uso de esta palabra en el Nuevo Testamento tiene raíces en el concepto hebreo de jesed (חסד) que se usa en el Antiguo Testamento para hablar de la bondad, la merced y la lealtad de Dios.
Los griegos usaban la palabra charis para referirse al patrocinio, el apoyo de un patrón económico o político. Para los griegos charis implicaba generosidad, una generosidad que exigía lealtad por parte del que la recibe. No es difícil ver por qué los autores del Nuevo Testamento adaptaron la palabra charis al Evangelio (intrínsecamente ligado al concepto de “cristiano”). Es la salvación de Dios para los que aceptan el Señorío de Jesucristo. Entonces Dios es el Patrón, el Benefactor. Nosotros somos los beneficiarios, los que dependen de la gracia de Dios.
“Paz” {eirēnē (εἰρήνη)} también es una palabra importante y aparece casi 100 veces en el Nuevo Testamento. Tiene raíces en la palabra hebrea shalom (שָׁלוֹם), que aparece en el Antiguo Testamento frecuentemente. La Septuaginta traduce la palabra hebrea como eirēnē (εἰρήνη) casi 200 veces. Ambos términos, tal como se usan en la Biblia, significan más que la ausencia de violencia, aunque sí pueden transmitir esa idea. Las dos palabras sugieren un bienestar que solo viene de una relación profunda con Dios, la totalidad que acompaña la imagen de Dios en el ser humano, y aunque una vez fue quebrada por el pecado, es restaurada dentro del creyente una vez que la persona viene a Jesucristo.
La gracia y paz que Juan describe tiene tres fuentes principales. La primera es “del que es y que era y que ha de venir” – Dios Padre, el Eterno. Para nosotros esta división del tiempo en tres nos ayuda a entender el extraordinario alcance de la naturaleza eterna del Padre.
La segunda fuente es “y de los siete espíritus que están delante de su trono”. En su carta a Sardis, Jesús menciona los siete espíritus de Dios y las siete estrellas. Usted lo puede ver en:
- Apocalipsis 3:1
- Apocalipsis 4:5
- Apocalipsis 5:6
La frase “los siete espíritus” seguramente se refiere al Espíritu Santo, aunque hay eruditos que difieren en este punto. Ahora, si los siete espíritus de este versículo se refieren al Espíritu Santo, el número 7 se usaría para transmitir la idea del Espíritu en toda su plenitud.
Y luego la tercera fuente, que ya estamos llegando al siguiente versículo, es:
“5 y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y príncipe de los reyes de la tierra…”.
Jesucristo es la tercera fuente de gracia y paz. Este versículo incluye algo maravilloso, porque incluye a Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Gloria a Dios!
Regresando a Apocalipsis 1:4:
“4 Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono;”
Volviendo al saludo propiamente dicho, “Gracia y paz a vosotros”. Este importante saludo nos debería hacer meditar. El orden en el que aparecen las palabras es de vital relevancia:
- “Gracia” significa favor no merecido por el cual el hombre es transformado en una nueva criatura mediante el sacrificio perfecto de Cristo en la cruz.
- “Paz” es el resultado de la gracia, es un estado del alma que se manifiesta por tranquilidad y sosiego, opuestos a la turbación y a las pasiones. La paz de la cual habla la Biblia es el resultado de una transformación interna que se opera en la persona que confía en Cristo y le recibe como su Salvador.
Si usted no tiene paz en su vida, es muy probable que la razón sea porque usted todavía no ha sido transformado por Dios mediante el sacrificio de Cristo. Y si ese es su caso, hoy mismo usted puede recibir a Jesucristo como su Salvador personal y usted podrá comenzar a disfrutar de esa paz que solamente Dios puede y sabe dar.
Ahora, si usted es un creyente, seguidor de Jesucristo y ha perdido la paz, lo único que le puedo decir es: vuelva al Príncipe de Paz, al que da una paz que sobrepasa todo entendimiento, al que dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” (Juan 14:27). Vuelva al que puede darle gracia y paz.
Isaías 26:3 dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”.
¡Que el Señor les bendiga queridos hermanos!
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