
Estudio Apocalipsis 1:5 – Indry Cortés de Alvarado
Estudio Apocalipsis 1:5 – Indry Cortés de Alvarado
Bendiciones hermanos, continuamos con nuestro estudio del libro de Apocalipsis, versículo a versículo. Hoy nos adentramos en Apocalipsis 1:5, que dice así:
“5 y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre”.
A partir de este versículo, se le conceden siete títulos al Señor Jesucristo. Encontramos aquí los cinco primeros, y a través del libro descubriremos los dos restantes.
El primer título de Jesucristo es “El testigo fiel”.
Jesucristo es el único testigo absolutamente digno de confianza para relatar los hechos de este libro. Él es el único en quien usted y yo podemos confiar plenamente en el presente. El único que estuvo con el Padre y vino directamente desde la eternidad, desde el mismo cielo al lado del Padre, para comunicarse con nosotros y revelarnos la verdad eterna.
Muchas personas nos defraudan: los gobiernos, los familiares, e incluso hermanos en la fe. Pero podemos creer y depositar toda nuestra confianza en el Señor Jesucristo, quien es el testigo fiel.
El segundo título es “El Primogénito de los Muertos”.
“Primogénito” en griego es prototokos (πρωτότοκος), y está relacionado con Su resurrección (Jesucristo es el primogénito de los muertos). Esto no significa que Jesús fue el primero en ser resucitado de la muerte. Ya en el Antiguo Testamento, Elías resucitó al hijo de la viuda de Sarepta (y esto fue muchos siglos antes de la venida del Señor Jesucristo físicamente a la tierra) (1 Reyes 17:17-24), Elías resucitó al hijo de la viuda de Sarepta (1 Reyes 17:17-24), Eliseo al hijo de la sunamita (2 Reyes 4:18-37), e incluso un hombre que fue enterrado con Eliseo al tocar sus huesos (2 Reyes 13:20-21). En el Nuevo Testamento, Jesús resucitó a la hija de Jairo (Mateo 9), al hijo de la viuda de Naín (Lucas 7) y a Lázaro (Juan 11).
Sin embargo, la resurrección de Jesús fue única: marcó el comienzo de una nueva era, con la promesa de la resurrección de los creyentes. Él fue el primero en levantarse de entre los muertos para no volver a morir jamás (este es un cuadro maravilloso que tenemos delante de nosotros). La muerte fue, por así decirlo, la matriz que le dio a luz. Vino de la muerte a la vida y es el único que ha regresado con un cuerpo glorificado, puesto que nadie más ha recorrido ese camino hasta el presente. Pero nosotros, los creyentes, los que somos de Él, le seguiremos en la resurrección. ¡Gloria a Dios!
El tercer título es “El Soberano de los reyes de la tierra”.
Esto nos habla de la posición final que Jesucristo ocupará durante el milenio, cuando toda rodilla se doble y toda lengua confiese que Él es el Señor. Lean Filipenses 2:10-11.
El cuarto título es “Al que nos amó”.
Esta expresión enfatiza Su actitud fiel y constante hacia los suyos. El estudio de Apocalipsis no debe causarnos temor, porque proviene de Aquel que nos amó. Él no solo nos amó al morir por nosotros en la cruz, sino que nos ama hoy, en este mismo instante. Usted debe tenerlo claro: Dios le ama con un amor inalterable. Jeremías 31:3 dice: “Con amor eterno te he amado”. ¡Qué maravilloso es regocijarnos en esta verdad!, ¡Gloria a Dios!
El quinto título es “Y nos lavó de nuestros pecados con su sangre”.
La sangre de Cristo no es solo un símbolo; es de suma importancia. En el Antiguo Testamento, Dios enseñó que “la vida de la carne en la sangre está” (Levítico 17:11), y la dio para hacer expiación sobre el altar “por vuestras almas” y que la misma sangre hará expiación de la persona. Cuando Cristo derramó su sangre hasta la última gota en la cruz, la entregó voluntaria y completamente por usted y por mí.
Por su profundo y trascendente significado no podemos tomar a la ligera el valor de la sangre de Jesucristo. Hay un manantial precioso que purifica a todo aquel que se sumerge en Él.
Hemos sido lavados y limpios por ese supremo sacrificio de amor, y hoy, esa misma sangre puede limpiarnos de cualquier pecado y maldad que hayamos incurrido en contra de Dios.
Una pregunta crucial: ¿ha sido usted lavado por la sangre de Jesucristo? El apóstol Pedro escribió en su primera carta (1 Pedro 1:18-19):
“18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”.
La sangre preciosa de Cristo es la que nos salvó y redimió.Solo Él derramó Su sangre, solo Él nos liberó de nuestros pecados al entregarse hasta la muerte. ¡Qué inmenso e inmerecido regalo nos ofrece Dios y no se cansa nunca en ofrecérnoslo!
El perdón y la paz por medio del único mediador entre Él y el ser humano: Jesucristo. En Apocalipsis 1:6 dice:
“6 y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre”.
Ahora, quiero concluir resaltando algo muy importante. Retomando la frase de Apocalipsis 1:5 “al que nos amó” apunta hacia atrás en el tiempo pasado, hacia un lugar particular en donde Jesús nos amó. Se debe resaltar que muchas traducciones de la Biblia mencionan la misma idea: “nos amó”. Pero hay algo hermoso en esta frase que mira hacia atrás, hacia la cruz de Cristo.
Cada creyente debe estar seguro del amor de Dios, no basándose en sus circunstancias presentes (las cuales pueden ser difíciles) y yo le diría a usted que es creyente en Cristo, muchas de las cosas que estamos viviendo ahora son cosas difíciles, tiempos peligrosos. Muchos han perdido sus trabajos, muchos tienen familiares enfermos, muchos han estado pasando diferentes situaciones y tribulaciones.
Sin embargo, nosotros debemos tener claro que el Señor nos amó, no basados en las circunstancias, sino que Él nos amó y demostró Su amor en la cruz del Calvario. Por eso vale la pena alabar a Jesús.
Pablo lo expresó de esta manera en Romanos 5:8:
“8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.
La obra de Jesús en la cruz por nosotros es la prueba de amor final por parte de Dios. Él puede dar pruebas adicionales, pero no puede dar una prueba más grande que la que ya dio en la cruz del Calvario.
Por eso debemos estar seguros del amor de nuestro Señor Jesucristo, no mirando las circunstancias presentes para medir el amor de Dios, sino recordando lo más grande que el Señor Jesucristo hizo. Debemos mirar hacia la cruz, voltear hacia la cruz. Allí está resuelto el asunto de una vez y para siempre.
“Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre”. Esto es lo que sucedió cuando Jesús nos amó en la cruz: Él nos lavó, nos limpió de la profunda mancha del pecado que teníamos, para que estuviéramos verdaderamente limpios delante de Él y tuviéramos una nueva comunión con Dios. Jesús es digno de ser alabado por esto.
Si entendemos nuestra propia y profunda pecaminosidad, podremos entender mejor el amor de Dios, podremos entender que estamos parados delante de Dios como personas limpias, limpios de las manchas más profundas, limpios de todas aquellas cosas que le traen a usted culpabilidad a su mente.
Confíe en el Señor plenamente, porque la Palabra dice que si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9), porque Él ya lo hizo una vez y para siempre con su sangre.
Recuerde esto: primero nos amó, luego nos lavó. No fue que Dios nos lavara por sentido del deber para luego amarnos, sino que Él nos amó primeramente y luego nos lavó.
Regocíjese en estas verdades de la Palabra de Dios. ¡Que el Señor nos bendiga!
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Estudio Apocalipsis 1:4 – Indry Cortés de Alvarado
Estudio Apocalipsis 1:4 – Indry Cortés de Alvarado
Hoy continuamos nuestro recorrido por el primer capítulo del libro de Apocalipsis, adentrándonos en el versículo 4. Apocalipsis 1:4 dice así:
“4 Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono;”
Partamos observando que el autor se refiere a sí mismo sencillamente como Juan. No se presenta colocando algún título delante de su nombre y simplemente se identifica por su nombre. Esto nos hace suponer que Juan era muy conocido en estas siete iglesias, que tenía una estrecha relación con ellas y un conocimiento profundo de los asuntos que allí sucedían. Sabemos que Juan había sido pastor de la iglesia en Éfeso, y se estima que también supervisaba las iglesias en aquella zona.
Asia abarcaba mucho más de lo que conocemos actualmente como Asia Menor, donde se encuentra la actual Turquía. Podemos ver, además, que la autoridad con la cual él escribe indica su rol como líder en la iglesia.
Antes de seguir analizando este versículo, es importante comentar la mención del número 7 (“Juan a las siete iglesias que están en Asia”). En este versículo se mencionan las siete iglesias y los siete espíritus. El número siete tiene un significado en la Palabra de Dios, obvio y conocido por la gente en los días de Juan. Sin embargo, nosotros necesitamos entender un poquito más acerca de esto.
La humanidad desde siempre le ha dado cierta relevancia a los números, hasta llegar incluso a la superstición. Pero en la Palabra de Dios, el número 7 tiene una especial relevancia. No necesariamente significa perfección, sino más bien el estar completo o algo que está en su totalidad. A veces lo completo significa perfección, aunque no siempre es el caso. Pero cuando Dios utiliza el número 7, es que desea hablarnos de algo que es completo.
El número 7 es un número clave en el libro de Apocalipsis. También en el Antiguo Testamento era considerado como representativo de lo completo, está relacionado con los pactos de Dios y su trato con Israel. Otro ejemplo: El día de reposo, era observado el séptimo día.
Al recorrer las páginas de las Escrituras (la Biblia) podemos ver que Dios ordenó a su pueblo, el pueblo de Israel, caminar siete veces alrededor de Jericó para conquistarla. También la historia de Naamán, quien tuvo que sumergirse siete veces en el río Jordán para recibir sanidad para la grave lepra que él sufría. Los tiempos de José en Egipto con siete años de abundancia y siete años de hambre. El rey Nabucodonosor estuvo enajenado mentalmente por siete años.
En el Nuevo Testamento tenemos siete bienaventuranzas, la oración del Padre Nuestro contiene siete peticiones, Jesús relata siete parábolas en Mateo 13, y alimentó a la multitud con siete panes. El Señor Jesucristo habló siete veces desde la cruz, entre otros.
Así que al llegar al libro de Apocalipsis, el número 7 continúa destacándose, por lo tanto, no debe ser una mención que está allí por casualidad. Por lo tanto, es importante considerar que este número tiene un significado de algo que está completo.
Ahora, pasando a otro punto, Juan escribe a las siete iglesias que están en Asia. Nos podríamos preguntar: ¿no había otras iglesias en Asia? Sabemos que había iglesias en Colosas, en Mileto, en Hierápolis, en Troas y en muchos otros lugares. Cuando Juan mencionó el número 7, daba a entender que abarcaba la totalidad de la historia de la iglesia y que estas iglesias representaban las características de todas las congregaciones.
Así que aquí, “Asia” se refiere a la provincia romana de Asia, que abarcaba regiones como Lidia y partes de la costa occidental de lo que hoy es Turquía, no a todo el continente asiático. Es interesante notar que la expresión “Asia Menor” no se comenzó a utilizar sino hasta alrededor del siglo IV.
En el versículo once, Jesús mismo identificará estas siete iglesias por nombre: son las iglesias ubicadas en las ciudades de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Estas siete ciudades se encuentran precisamente en la región que hoy conocemos como Turquía.
Continuando, el saludo comienza con “Gracia y paz a vosotros”.
- La palabra gracia viene de la palabra griega charis (χάρις). La gracia significa el favor inmerecido de Dios y la fuerza que se precisa en la vida cristiana cada día.
- La paz, el habitual saludo shalom (שָׁלוֹם) que se utiliza en hebreo, significa la serenidad resultante que capacita al creyente a hacer frente a todas las circunstancias de la vida.
La gracia y la paz provienen de la Trinidad y son la fuente de todas las bendiciones nuestras. Los creyentes en Cristo Jesús, en el presente, podemos gozar de esa gracia y de esa paz.
Nosotros podemos darnos cuenta también que “gracia” viene de la palabra griega charis (χάρις) y “paz” de eirēnē (εἰρήνη). El uso de esta palabra en el Nuevo Testamento tiene raíces en el concepto hebreo de jesed (חסד) que se usa en el Antiguo Testamento para hablar de la bondad, la merced y la lealtad de Dios.
Los griegos usaban la palabra charis para referirse al patrocinio, el apoyo de un patrón económico o político. Para los griegos charis implicaba generosidad, una generosidad que exigía lealtad por parte del que la recibe. No es difícil ver por qué los autores del Nuevo Testamento adaptaron la palabra charis al Evangelio (intrínsecamente ligado al concepto de “cristiano”). Es la salvación de Dios para los que aceptan el Señorío de Jesucristo. Entonces Dios es el Patrón, el Benefactor. Nosotros somos los beneficiarios, los que dependen de la gracia de Dios.
“Paz” {eirēnē (εἰρήνη)} también es una palabra importante y aparece casi 100 veces en el Nuevo Testamento. Tiene raíces en la palabra hebrea shalom (שָׁלוֹם), que aparece en el Antiguo Testamento frecuentemente. La Septuaginta traduce la palabra hebrea como eirēnē (εἰρήνη) casi 200 veces. Ambos términos, tal como se usan en la Biblia, significan más que la ausencia de violencia, aunque sí pueden transmitir esa idea. Las dos palabras sugieren un bienestar que solo viene de una relación profunda con Dios, la totalidad que acompaña la imagen de Dios en el ser humano, y aunque una vez fue quebrada por el pecado, es restaurada dentro del creyente una vez que la persona viene a Jesucristo.
La gracia y paz que Juan describe tiene tres fuentes principales. La primera es “del que es y que era y que ha de venir” – Dios Padre, el Eterno. Para nosotros esta división del tiempo en tres nos ayuda a entender el extraordinario alcance de la naturaleza eterna del Padre.
La segunda fuente es “y de los siete espíritus que están delante de su trono”. En su carta a Sardis, Jesús menciona los siete espíritus de Dios y las siete estrellas. Usted lo puede ver en:
- Apocalipsis 3:1
- Apocalipsis 4:5
- Apocalipsis 5:6
La frase “los siete espíritus” seguramente se refiere al Espíritu Santo, aunque hay eruditos que difieren en este punto. Ahora, si los siete espíritus de este versículo se refieren al Espíritu Santo, el número 7 se usaría para transmitir la idea del Espíritu en toda su plenitud.
Y luego la tercera fuente, que ya estamos llegando al siguiente versículo, es:
“5 y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y príncipe de los reyes de la tierra…”.
Jesucristo es la tercera fuente de gracia y paz. Este versículo incluye algo maravilloso, porque incluye a Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Gloria a Dios!
Regresando a Apocalipsis 1:4:
“4 Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono;”
Volviendo al saludo propiamente dicho, “Gracia y paz a vosotros”. Este importante saludo nos debería hacer meditar. El orden en el que aparecen las palabras es de vital relevancia:
- “Gracia” significa favor no merecido por el cual el hombre es transformado en una nueva criatura mediante el sacrificio perfecto de Cristo en la cruz.
- “Paz” es el resultado de la gracia, es un estado del alma que se manifiesta por tranquilidad y sosiego, opuestos a la turbación y a las pasiones. La paz de la cual habla la Biblia es el resultado de una transformación interna que se opera en la persona que confía en Cristo y le recibe como su Salvador.
Si usted no tiene paz en su vida, es muy probable que la razón sea porque usted todavía no ha sido transformado por Dios mediante el sacrificio de Cristo. Y si ese es su caso, hoy mismo usted puede recibir a Jesucristo como su Salvador personal y usted podrá comenzar a disfrutar de esa paz que solamente Dios puede y sabe dar.
Ahora, si usted es un creyente, seguidor de Jesucristo y ha perdido la paz, lo único que le puedo decir es: vuelva al Príncipe de Paz, al que da una paz que sobrepasa todo entendimiento, al que dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” (Juan 14:27). Vuelva al que puede darle gracia y paz.
Isaías 26:3 dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”.
¡Que el Señor les bendiga queridos hermanos!
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Estudio Apocalipsis 1:3 – Indry Cortés de Alvarado
Estudio Apocalipsis 1:3 – Indry Cortés de Alvarado
Hoy continuamos con nuestro recorrido por el primer capítulo del libro de Apocalipsis. Recordemos que “Apocalipsis” es una palabra griega que significa “revelación”, y se refiere a la revelación de Jesucristo, el Señor.
Vamos a leer juntos Apocalipsis 1:3, el versículo que estudiaremos hoy:
“3 Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.”
Este libro ofrece una bendición particular, una bienaventuranza única para quienes leen, oyen y guardan el mensaje de este libro. Esta es la primera de siete bienaventuranzas que se encuentran a lo largo del libro de Apocalipsis. Las otras se encuentran en:
- Apocalipsis 14:13
- Apocalipsis 16:15
- Apocalipsis 19:9
- Apocalipsis 20:6
- Apocalipsis 22:7
- Apocalipsis 22:14
Muchas personas creen que solo los fanáticos quieren profundizar en este libro. Otros piensan que es muy difícil de entender, a algunos les provoca miedo al leerlo.
Esta es una actitud típica de la gente que ha llevado a muchos a descuidar la lectura del Apocalipsis y con ello, a perder la bendición que Dios ha prometido a quienes lo estudian con fe.
La realidad es que es un libro para cualquiera que quiera ser bienaventurado. Lejos de generar miedo por estudiar Apocalipsis, el versículo 3 nos anima diciendo que hay una bendición especial para el que lee, oye y guarda esta profecía.
“3 Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca.”
Veamos algunas palabras claves:
- “Lee” se traduce del griego “anaginósko”, que también implica saber o conocer de nuevo.
- “Oye” proviene del griego “akoúo”, que significa prestar atención, entender. No se trata solo de comprensión intelectual, sino también de obediencia activa, de atender y hacer lo que se enseña.
- “Guardar” viene del griego “tēréō”, literalmente “reloj”, que significa: poner el ojo sobre algo, vigilar, proteger, mantener, aferrarse a algo para que no se pierda ni se dañe. En un sentido figurado está diciendo lo importante que es cumplir lo que se ha mandado.
Fíjese usted que al final de Apocalipsis se afirma esta bendición poniendo énfasis en guardar.
Apocalipsis 22:7 dice:
“7 ¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.“
No solo debemos conformarnos con entender el Apocalipsis, sino atender y actuar en base a esta revelación. Quien guarde las palabras de esta profecía saldrá victorioso de las pruebas que vendrán sobre todo el mundo. Afortunadamente Juan nos dijo que debíamos de entender todo en el libro de Apocalipsis para ser bienaventurado. Hay ciertas cosas que quizás sean más difíciles de entender, pero eso no quita que podamos ser bendecidos al leer y escuchar aun cuando no entendamos todo. Esta promesa nos da más razones para saber que Juan creía que este libro, el libro de Apocalipsis, venía directamente de la mano de Dios, del Espíritu de Dios, porque dice que el que lee y los que oyen son bienaventurados. Nos muestra que este libro era para ser leído de manera pública justo como se hacía con las otras escrituras aceptadas y lo tenía como escritura sagrada. En el mundo judío, tal bendición nunca podría ser pronunciada de un simple libro humano.
El libro de Apocalipsis nos da mucho más que solamente información para especulación
profética, nos da cosas para guardar. Si entendemos el libro de Apocalipsis, este cambiará la manera en que vivimos. El que “lee” está en singular y los que “oyen” está en plural, habla de muchas personas escuchando. La idea viene probablemente de la costumbre de la iglesia primitiva donde se prestaba atención al público leyendo la escritura, en el cual se veía a una persona leyendo y explicando. En nuestra manera moderna de hablar sería como decir: “bienaventurado es el pastor, el líder, el maestro que enseña el apocalipsis y bienaventurada es la congregación que escucha”. Pero más que todo, pastor o congregación, bienaventurado aquel que guarda las cosas en ella escritas.
Tampoco nosotros debemos de vivir solamente en las palabras de esta profecía y de esta bendición sino que debemos estar dispuestos a morir incluso por esta palabra
“bienaventurado el que lee, y los que escuchan las palabras de esta profecía, y guardan las cosas que están escritas en ella” Como mencionamos antes, la palabra griega traducida “guardar” significa mantener, prestar atención, aferrarse, continuamente vigilar o proteger.
La palabra griega traducida como “bendición” también significa “feliz”, es una bienaventuranza. Por lo tanto, guardar o prestar atención a la palabra de Dios hace que usted sea una persona feliz o bendecida.
Proverbios 16:20 dice:
“20 El entendido en la palabra hallará el bien, Y el que confía en Jehová es bienaventurado.“
En los próximos capítulos de Apocalipsis, Jesús señala a las iglesias del primer siglo cosas que necesitan mejorar. Hoy las iglesias también necesitan corregir y mejorar cosas. Hoy como cristianos y creyentes también necesitamos hacer cambios en nuestra vida. Por lo tanto es prudente que prestemos atención a la corrección de nuestro Señor y guardemos su palabra.
Después de Apocalipsis 3, no hay mayores instrucciones para el cuerpo de la Iglesia, sin embargo entender que esta visión debe tener lugar en breve. Esto debería impulsarnos a aferrarnos a las promesas del triunfo de Cristo sobre todas las cosas que van a estar sucediendo sobre la tierra, pero nosotros debemos tener la seguridad, la confianza de que nuestro Señor ha triunfado sobre todo esto, que Él tiene el control de todo y que nada escapa de su mano. Debemos estar listos y dispuestos para guardar las profecías, ya que muchos en el mundo, en este tiempo hermanos y amigos, las desprecian y se burlan.
El apóstol Pedro confirma esta palabra diciendo en 2 Pedro 3:1-3:
“1 Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento, 2 para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles; 3 sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias”
La vigilancia para el regreso del Señor también está a la vista en el siguiente pasaje de Apocalipsis 3:2-3:
“2 Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. 3 Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.“
Aquellos que no prestan atención al inminente regreso del Señor Jesús, a menudo tienen una actitud de ignorancia voluntaria, ya que no quieren examinar cómo están viviendo sus vidas.
La venida de Cristo será como un ladrón para aquellos, ¿por qué? Porque no estarán listos ni estarán vigilando. La vigilancia por lo general promueve la vida santa, porque implica que hemos entendido que el reino de Cristo lo es todo, que el Señor y sus principios son lo que realmente importan. Como cristianos debemos anhelar que el Señor nos encuentre viviendo para Él y no para el mundo cuando Él regrese. ¿Por qué? Porque como dice Apocalipsis 1:3, “el tiempo está cerca”.
La palabra griega traducida como “tiempo” puede significar: estación o era, y se usan algunos pasajes que describen el tiempo de la primera venida de Cristo, como en Marcos 1:15 y Gálatas 4:4. Los siguientes pasajes que describen el tiempo en que Jesús regresará para establecer su reino, también usan la misma palabra griega traducida como “tiempos” o “estaciones“, como se indica en algunos pasajes de la Escritura.
Entonces nosotros, sabiendo que el tiempo está cerca y que queda poco tiempo, debemos estar listos y preparados para la venida del Señor. Bienaventurado el que lee, los que oyen la palabra de esta profecía y guardan las cosas en ella escritas, porque el tiempo está cerca. Que el Señor les bendiga queridos hermanos y amigos.
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Estudio Apocalipsis 1:2 – Indry Cortés de Alvarado
Estudio Apocalipsis 1:2 – Indry Cortés de Alvarado
Hoy quiero invitarles a reflexionar en el versículo 2 del capítulo 1 del libro de Apocalipsis. Ya anteriormente estuvimos meditando en el versículo 1, pero para comprender bien el versículo 2, es necesario leer nuevamente ambos versículos (Apocalipsis 1:1-2):
“1 La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, 2 que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto.”
Fíjese que el versículo 2 nos muestra que el apóstol Juan dio testimonio de tres cosas:
- De la palabra de Dios,
- Del testimonio de Jesucristo,
- Y de todas las cosas que vio.
El testimonio de Jesucristo, como lo dice bien la palabra, es acerca de Él, es acerca de nuestro Señor.
Este testimonio no fue meramente verbal. Si vamos al versículo 9 del mismo capítulo, vemos que Juan estaba exiliado en la isla de Patmos “por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo.” Su testimonio le costó el destierro. Fue perseguido y aislado por proclamar lo que había visto y recibido de parte del Señor.
Y si nosotros avanzamos algunos versículos en el mismo capítulo 1, nos vamos a dar cuenta que Juan estaba exiliado debido a su testimonio, debido a lo que él proclamó acerca de Jesucristo. Apocalipsis 1:9 dice lo siguiente:
“9 Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.“
Entonces nosotros nos damos cuenta que Juan, el escritor de este libro, se encontraba en esta isla a causa de proclamar las cosas que él había visto de parte del Señor Jesucristo y de lo que Él había recibido en esta revelación de parte de Dios.
Apocalipsis 1:2
“2 que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto.”
Juan ahora da su testimonio verificando la veracidad del libro. Lo que vio era la palabra de Dios y el testimonio dado por Jesús y el testimonio de quien es Jesús, es decir, el Rey de Reyes y Señor de Señores.
Esta es también la razón por la que Juan estaba en la isla de Patmos, por la palabra de Dios y el testimonio de Jesús.
Siguiendo el versículo 1, en el cual se nos dice que el apocalipsis proviene de Dios, se nos dice que es la palabra de Dios, así como el testimonio de Jesucristo y no es el producto de la mente de ningún hombre, puesto que tiene el reclamo de ser la palabra de Dios.
No deberíamos nosotros, por tanto, poner el libro a un lado porque es difícil de entender, ya que tiene un mensaje que es muy importante para los santos, para los escogidos de Dios y aquellos que creen en el Señor Jesucristo y que han entregado sus vidas a Él. Nos insta a ser fieles hasta la muerte y, por lo tanto, reclama la más alta autoridad, porque proviene de Dios mismo.
¿Acerca de quién es el autor? ¿Los mártires?
En Apocalipsis 6:9 y 20:4, se nos menciona a los mártires que fueron muertos por obediencia a la palabra de Dios y por mantener el testimonio de Jesús. Él vio la palabra de Dios y esto nos da una de las claves para poder entender el libro.
Es decir, él vio la palabra de Dios, lo que debe ser entendido a la luz del resto de la palabra de Dios. Apocalipsis es el último libro de la Biblia, tanto en su ubicación como también en el tiempo en que fue escrito. Requiere de todas las secciones anteriores de la Biblia y ciertamente del mismo libro de Apocalipsis para poder llegar a una interpretación correcta.
En Juan 21:24, vemos que el discípulo que escribió el Evangelio de Juan declara que su testimonio es verdadero. En Apocalipsis 22:16, personalmente declara que le ha dado a Juan este testimonio, y en Apocalipsis 22:20, Jesús testifica de estas cosas, es decir, testifica de su veracidad. En 19:9 y 22:6, el ángel afirma que estas son palabras fieles y verdaderas de Dios.
“6 Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.”
El punto de esto es confirmar vez tras vez con la autoridad más alta que estas cosas son ciertas, porque los siervos de Dios necesitan estar preparados para morir incluso por su fe.
La verdad de estas palabras es de suprema importancia. Si no hay ningún cielo nuevo ni tierra nueva y no hay lago de fuego, ¿para qué molestarse entonces en morir por la fe que uno tiene?
Juan testificó de todas las cosas que vio, que su testimonio es verdadero, que hace eco de las palabras de David que encontramos en Salmos 19:7:
“7 La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.”
Vemos que cerca del final del Apocalipsis, el testimonio de Jesucristo también es el espíritu de la profecía. Apocalipsis 19:10 dice:
“10 Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.“
Dios dio la revelación a Jesús, luego Jesús la dio a Juan por medio de su ángel, Juan simplemente dio testimonio de las palabras de Dios y del testimonio de Jesús y de todo lo que Él vio. Por lo tanto, concluimos, que el autor es Juan. El autor de este libro se menciona cuatro veces: Apocalipsis 1:1, 1:4, 1:9, 22:8.
Aunque algunos han debatido si fue realmente el apóstol Juan o un profeta o anciano con el mismo nombre que vivió en Éfeso, en realidad Juan es identificado como un profeta en Apocalipsis 22:9 y 10:11, sin embargo, esto no significa que fue un profeta llamado Juan diferente al apóstol Juan. Es verdad que el autor no se describe como un apóstol, pero la evidencia externa, la voz de la tradición y la evidencia interna, apuntan al apóstol Juan, quien fue el autor del Evangelio según Juan, y tres epístolas que llevan su nombre, así como Apocalipsis.
Algunos argumentan que Juan el Apóstol no fue el autor de este libro, dado que hay diferencias de estilo de lenguaje en este libro. Sin embargo debemos de recordar que los apóstoles escribieron por inspiración divina y el Espíritu Santo fue el que los inspiró y en algunos momentos escribían desde una perspectiva distinta con un tono distinto.
Los padres de la iglesia argumentaron que Juan el Apóstol fue el autor. Como por ejemplo Juan Justino Mártir (que vivió entre los años 110 y 165 d. C.), Ireneo (120 al 202 d. C.), Clemente de Alejandría (153 al 217 d .C.), Tertuliano (145 al 220 d .C.), Orígenes, (185 al 254 d .C.) Hipólito (170 al 236 d .C.), Victorino (quien murió en la persecución en el 303 d .C.)
Este Juan es el hijo de Zebedeo, él y su hermano fueron llamados “Hijos del Trueno” (Marcos 3:17). También prohibió que alguien que no era del grupo apostólico hiciera milagros (Lucas 9:49-50) Quiso pedir fuego del cielo sobre los samaritanos hostiles (Lucas 9:52-54). Este discípulo también fue testigo de la transfiguración de Jesús y de su resurrección (Mateo 17).
Entonces volvemos a leer el versículo 2 que dice que “ha dado testimonio de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo y de todas las cosas que ha visto”. Aquí se destaca el énfasis que se ha dado a la palabra “testimonio”, la cual viene del griego “martureó” Nos indica que Juan se coloca junto a aquellos que leen su escritura, es decir, donde usted y yo nos encontramos hoy, y Juan nos aclara que él también mira hacia aquello que está escribiendo, que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y la palabra de Dios aquí creemos que se refiere a Cristo como también al contenido de este libro. Él es la palabra viva, nuestro Señor Jesucristo, y nosotros estamos en posición de la palabra escrita, y cuando la palabra escrita nos revela Jesucristo es porque Él es la palabra viviente.
Ahora Juan continúa diciendo del testimonio de Jesucristo, aquí se nos dice que es un testimonio vivo de lo que vio. Esto ocurre unas 90 veces en los escritos de Juan, 50 veces en su evangelio. Juan habla de todo lo que ha visto, de todo aquello, de lo que él pudo ver como un privilegiado testigo presencial de los hechos.
Volviendo ahora a lo que mencionó el versículo 1, él lo declaró, es como si Juan hubiese sacado fotos o como si estuviera presenciando y moderando un programa de televisión
Con un personaje clave principal: el Señor Jesucristo, quien lo presentó desde el cielo a través de sus ángeles, a través de Juan, para usted y para mí. Es así como Dios lo quiere.
Ahora también el versículo 2 dice “Y de todas las cosas que ha visto”, es decir que Juan fue testigo ocular de esta visión que se nos presenta aquí y no solo oyó, sino que vio estas cosas y dio testimonio de ella y estuvo tan involucrado con estos testimonios que él fue capaz de dar su vida por las cosas que había visto y oído. Si esto no fuera real, él no hubiera sido capaz de dar su vida, sin embargo, porque esto que él vio y presenció, fueron cosas reales, estuvo dispuesto a dar su vida por Cristo, dar su vida por la fe.
Nosotros también somos llamados a ser testigos del Señor Jesucristo y en especial en estos tiempos difíciles y peligrosos que estamos viviendo y que están aconteciendo. Somos llamados a dar testimonio del Señor hasta las últimas consecuencias. Que el Señor les bendiga.
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Estudio Apocalipsis 1:1 – Indry Cortés de Alvarado
Estudio Apocalipsis 1:1 – Indry Cortés de Alvarado
Hoy quisiera compartir con ustedes una reflexión sobre el último libro de la Biblia: el libro de Apocalipsis, también conocido como el último libro del Nuevo Testamento. Nos enfocaremos en el primer versículo del capítulo 1 (Apocalipsis 1:1), que dice:
“1 La revelación de Jesucristo, que Dios le dio para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan.”
Al comenzar el estudio de este libro y este versículo, muchas veces vienen a nuestra mente imágenes de juicios y catástrofes que el libro menciona. Pensamos que Apocalipsis trata únicamente del juicio de Dios. Sin embargo, si prestamos atención al texto, veremos que el enfoque principal es la revelación de Jesucristo.
En este libro, Dios también nos comparte Su plan para el futuro del mundo y de la humanidad. La palabra “Apocalipsis” proviene de la palabra griega “apokálypsis”, que significa revelación. Puede traducirse también como descubrir, quitar el velo, mostrar, sacar a la luz, o dar a conocer un misterio previamente oculto. Por lo tanto, comprendemos que este libro trata de una revelación dada por Dios acerca de algo que antes no se conocía.
En el Antiguo Testamento, los profetas recibieron revelación sobre eventos futuros, y muchas de esas profecías se cumplieron poco después de haber sido dadas, lo cual confirmó la autenticidad de que eran verdaderamente la palabra de Dios, como también se afirma en Deuteronomio 18:22.
Sin embargo, muchas otras profecías permanecieron como un misterio o fueron selladas, como fue el caso del profeta Daniel. En Daniel 12:8-9 leemos:
“8 Y yo oí, mas no entendí. Y dije: Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas? 9 Él respondió: Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin.”
Fíjese usted que, mientras un ángel del Señor le dijo a Daniel que sellara su visión, otro ángel del Señor le dice a Juan, en Apocalipsis 22:10, que no selle las profecías que DIos le mostró de este libro. Muchas de las profecías de Daniel reaparecen en Apocalipsis. Y dado que la revelación no está sellada, es posible entenderla con la ayuda del Espíritu Santo, especialmente ahora que nos acercamos a su cumplimiento.
Jesús mismo prometió en Juan 14:26:
“26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.”
Así, podemos resumir que la revelación de Jesucristo nos da, a través del Espíritu Santo, una comprensión profética de los eventos que Dios ha preparado para tratar con Israel y sus enemigos, mientras se dispone a establecer Su reino en la tierra. Este plan fue un misterio hasta que fue revelado al apóstol Juan, quien, lleno del Espíritu Santo, lo escribió. Además, Jesucristo será revelado literal y visiblemente al mundo cuando regrese, como se describe en Apocalipsis 19:11-16:
“11 Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. 12 Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. 13 Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO DE DIOS. 14 Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. 15 De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. 16 Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.”
Volviendo a Apocalipsis 1:1, el versículo nos dice que Dios dio esta revelación a Jesucristo para mostrarla a sus siervos, es decir, a sus seguidores. Esto significa que este libro profético no fue dado para el beneficio de los no creyentes. De hecho, los incrédulos no pueden entender la Palabra sin la ayuda del Espíritu Santo como dice Romanos 10:17:
“17 Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.”
Este pasaje nos habla de que la fe viene por el oír y el oír por la palabra de Dios, es decir, la fe viene cuando nosotros comenzamos a leer y estudiar la santa palabra de Dios y así somos atraídos por Dios el Padre a través del Espíritu Santo.
Los seguidores de Cristo, el cuerpo de creyentes, son conocidos hoy como la Iglesia. Cuando se menciona el arrebatamiento de la Iglesia, la Palabra enseña que el Señor la llamará al cielo antes de que se desarrollen los eventos descritos en Apocalipsis a partir del capítulo 4, es decir, antes del inicio de la gran tribulación.
Podríamos preguntarnos: ¿por qué la revelación fue dada a la Iglesia y no a los que se queden atrás y se conviertan durante el tiempo de la tribulación?
Primero, porque la escritura profética le da credibilidad a la Palabra de Dios.
Segundo, porque los siervos de Dios durante la tribulación no estarán exentos a los juicios que vienen a la tierra, sino que la gran mayoría serán mártires (esto se puede apreciar en capítulos posteriores). La Palabra de Dios escrita será probablemente escasa durante la tribulación.
En Joel 2:28 dice:
“28 Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.”
Nos dice que los hijos y las hijas profetizarán, los ancianos soñarán sueños y los jóvenes verán visiones. Los sueños y las visiones no son ampliamente divulgados por los cristianos hoy en áreas donde la Biblia está fácilmente disponible. Pero incluso hoy en día, en lugares donde no hay acceso inmediato a la Palabra (como en algunos países islámicos cerrados a la predicación del evangelio), hay testimonios de personas las cuales Dios los ha llevado al conocimiento de Jesucristo por medio de sueños y visiones.
Volviendo a Apocalipsis 1:1, también nos dice que estas cosas “deben suceder pronto”. Aunque un ángel le dijo al profeta Daniel que pasaría mucho tiempo antes de que se cumpliesen las profecías, ya en Apocalipsis se nos dice que los eventos están cercanos a cumplirse. En 2 Pedro 3:8 nos dice:
“8 Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.”
Es decir, la palabra griega traducida como “breve” también puede significar “rapidez” o “rápidamente”, es decir, que cuando comiencen a cumplirse las profecías, sucederán una tras otra en rápida sucesión, como dolores de parto a la mujer encinta. Este significado no niega su cumplimiento inminente. En Apocalipsis 1:3 el ángel le dijo a Juan que: “el tiempo está cerca”.
Por cierto, la enseñanza del inminente regreso de Cristo para construir su reino milenial existía incluso antes de que se escribiera el libro de Apocalipsis. El apóstol Pablo creía que el arrebatamiento de la iglesia podía ocurrir durante su propia vida. Estaba convencido de que ese evento marcaría el comienzo de los acontecimientos que conducirían al regreso de Cristo para establecer su reino. Usted lo puede profundizar leyendo en 2 Tesalonicenses 2:1-8.
Pablo incluso consoló a otros con su creencia en el inminente regreso de Cristo, en 1 Tesalonicenses 4:16-18 escribe:
“16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 17 Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. 18 Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.”
Por eso añade: “Consolaos unos a otros con estas palabras” en el versículo 18
Finalmente, Apocalipsis 1:1 nos dice que esta revelación fue dada por medio del ángel a su siervo Juan. A diferencia de otros libros del Nuevo Testamento, aquí no hay mucha disputa respecto de la autoría. En otros libros muchas veces ha existido mayor confusión sobre los autores. Sin embargo, podemos afirmar que es claro que el libro de Apocalipsisque fue escrito por el apóstol Juan.
Es interesante notar que, aunque Jesús predijo la muerte de Pedro, hizo pensar a algunos discípulos que Juan no moriría antes de Su regreso. Presumiblemente, Juan vivió hasta su vejez, pero no murió sin antes ver el regreso del Señor en visión profética, la cual dejó registrada en el libro de Apocalipsis.
Hermanos, el Señor Jesucristo viene pronto. Debemos prepararnos, estudiando y escudriñando la revelación que Dios le dio a su siervo Juan. ¡Que el Señor les bendiga!
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